miércoles, 5 de marzo de 2014

Moños!!!

Hace un tiempo metiendo mi consentida nariz en cosas viejas ajenas, encontré un libro cuyo titulo me llamo la atención:
“¿Que tienen las mujeres en la cabeza?”
En el prologo, la autora describía lo que fue su fresca respuesta ya en la infancia, al escuchar la primera de tantas preguntas similares a lo largo de toda su vida: “Moños”.
Una palabra, simple, descriptiva, precisa y concreta. Sin embargo, al pasar los años, la respuesta a la misma pregunta, fue un libro de aproximadamente 250 paginas.
Cual es el cambio evolutivo que nos hace pasar de la simpleza practica y armónica de los primeros años a la revuelta de ideas complicadas, que inevitablemente, se asoma en la adolescencia se expande en la segunda década, se afirma a los 30, y se radica indefinidamente a los 40?
La verdad, no se. En ese punto, desearía poseer la indiferente involución masculina.
Pero, la misma razón que me llevo a leer el libro, es la que promueve gran parte de ese instintivo comportamiento femenino, la curiosidad.
La curiosidad por saber que piensa otra mujer de nosotras mismas. Y mucho más todavía, si hay un libro con tantas paginas dedicadas a esa particular vanidad femenina, tan difícil de ocultar.
No tengo idea de cuantos ejemplares habrá vendido la pintoresca señora, pero apostaría mis dos hemisferios veintiañeros que si tuviera conciencia del genero mayoritario de lectores, este seria abrasadoramente femenino.
¡Y es que solo puedo imaginarme a una típica esposa comprando el libro por curiosidad y para dejarlo perfectamente acomodado al azar en el escritorio de su responsable, pero desconsiderado marido...!
Además, si por alguna razón viral bacteriana o de expresión genética tardía, un individuo del género masculino reconociera verdaderamente no saber la respuesta a semejante pregunta, un valido orgullo le impediría eficazmente la pobre vergüenza de adquirir un ejemplar semejante.
Definitivamente, es para nosotras, que de tanto complicarnos la vida, desperdiciamos los segundos prácticos de la misma, buscando una respuesta a un esporádico revuelo hormonal, al exceso de tiempo libre o a esos hechos concretos que no deseamos ver. Y encontramos la respuesta en complicidad con las demás, para finalmente identificarnos en la misma atmósfera que vivimos todas.
Ahora, solo me queda apreciar la invaluable capacidad de la autora, porque si realmente fue redituable tanta exposición cotidiana, aplaudo la forma inteligente de canalizar tanto desecho inservible y encima, ganar monedas haciéndolo.
Igual, si tuviera que responderle a un hombre la misma trillada pregunta de siempre, me seguiría quedando con esa acertada respuesta de la infancia:
Moños señores, según la década por la que caminemos, moños de todas las formas y colores, aunque el criterio definitivo sea siempre la utilidad...ja.

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